Uno escribe para matar sus obsesiones. Tengo esa certidumbre de que escribiendo todo sobre algo voy a vaciarme del tema, voy a cansarme y quedar limpia para echar la mirada sobre otras cosas. (Escribiendo, no necesariamente publicando, dije). Sucede a veces: esa calma, esa plenitud después de parir un texto. Pero otras veces las obsesiones vuelven, y allí es cuando te das cuenta de que son del peor tipo que existen.
Imagen: Kowloon Walled City, por Jeremy Johnson