Con alivio puedo poder poner este título a un tema que ha sido imagen del surrealismo argentino. El país que históricamente ha tenido las tasas más altas de alfabetización en América Latina, uno de los mayores productores de premios Nobel de Ciencia y el país donde una ciudad, Córdoba, tiene más estudiantes de cine en Córdoba que en toda Europa, vio cómo de un día a otro, su gobierno prohíbe la importación de libros con una excusa de unas tintas.
Dije en ese momento que me dolía el país, como otras veces, porque en un mundo donde el acceso al conocimiento y la información está directamente ligado al desarrollo, poner obstáculos a la distribución de cultura es suicida, imbécil o tirano, todavía no me decido por una.
Mi padre, que acaba de editar un libro en Madrid y con toda su emoción había enviado unos ejemplares a sus amigos en Argentina, estuvo toda la semana con la pena de que sus libros se quedaran perdidos para siempre en algún almacén de Ezeiza. Algunos de sus amigos viven a mil kilómetros de Buenos Aires, un viaje, que suponiendo pudieran hacer, habría que sumar este «impuesto» de unos 50 euros por retirar el libro.
Una amiga escritora que nació en Argentina está por presentar su libro en la Feria del Libro de Buenos Aires: de repente toda su ilusión se vino abajo y una ley absolutamente kafkiana oscureció el momento de reencuentro con su país.
Son dos casos muy cercanos, pero no me importaban tanto ellos como la falta de acceso de todo un país a publicaciones que no se producen en Argentina. Libros de estudio, obras de autores extranjeros, publicaciones científicas, revistas de divulgación. El conocimiento de nuestra civilización es global, y cada vez más la cultura se multiplica. Estamos en una época en la que casi podemos oír el ruido que hacen los libros digitales al romper las fronteras físicas, donde los soportes no tienen más valor que el de hacernos llegar el contenido más rápido, más fácil y más cómodamente.
El título de este post tiene el verbo en indicativo en vez de imperativo porque la información vuela, porque nos comunicamos, porque protestamos, y las cosas cambiaron. Hernán Casciari escribió un post (léanlo o den click al audio abajo) que dio lugar a una amplia expresión en redes sociales en contra de estas medidas con el hashtag #Liberenloslibros. Guillermo Moreno, el secretario de comercio responsable de la medida, la levantó para los envíos particulares, diciendo que había sido «malinterpretada».
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