Europa, y en general los países desarrollados, siguen sin entender que el hambre y la miseria de las personas no puede quedarse detrás de una frontera. Siempre habrá en las personas esa energía de progreso, esos sueños sobrevalorados o no, pero ese ansia de vivir mejor: qué bueno saber que eso no se mata.
Esa energía sobrehumana que los lleva a cruzar un mar asesino en unas barcas que parecen de juguete, dejando una vida entera atrás; mirando el colmillo de la muerte, aceptando palizas por parte de policías marroquíes haciendo el servicio a la respetable Unión Europea. Pensar que las responsabilidades sobre el hambre de muchos se borran automáticamente porque esos hayan nacido detrás de unas fronteras es olvidar los terribles desequilibrios que existen globalmente y que no fueron causados de forma natural.
Estas son cosas que pienso mientras leo el primero de los capítulos de P+DH: En el laberinto del Estrecho (1) Un Muro en el mar, donde Lydia Molina relata los intentos de los inmigrantes que quieren cruzar a Ceuta y el desengaño de los que consiguen llegar y se encuentran encerrados en la ciudad. También hay crónicas de esto todos los días en el periódico de turno, sólo que cada vez ocupan menos espacio y son menos noticia.
En nombre de todo el equipo, gracias por la referencia. Solo pensar que nuestro reportaje te hace escribir estos párrafos…. Merece la pena. Gracias.
Me alegra ver que no solo hay gente dolida con esta situación sino que además lo expone abiertamente.
Bien, así somos, la hipocresía y los intereses tanto políticos como económicos son los que mueven nuestro mundo, dinámica difícil de cambiar.
Algo parecido pasa con las guerras en oriente o con las «pandémias» de nuestra era, acerca de lo cual escribimos un grupo de viejos amigos en el blog vamos-a-contar.com, la intención, concienciar mientras nos concienciamos.
Buen artículo.
Un saludo
David