Citas en internet

Buenas noticias: el amor sigue siendo un misterio.

Ordenadores y el misterio de la atracción humana

DAVID LEONHARDT / THE NEW YORK TIMES
ELPAIS.es – 13-04-2006 – 00:56

En 1965, Elizabeth Brereton era una estudiante de primer año del Connecticut College y Robert Smith un alumno de segundo año en Wesleyan cuando pasaron a formar parte del que quizá fuera el primer servicio de citas informatizado de EE UU.

Se llamaba Operatión match, [Operación pareja] y enviaba cuestionarios a los campus universitarios. “Cuando entrabas en los colegios mayores, había montones”, recuerda Brereton. Los estudiantes puntuaban su aspecto, inteligencia e intereses en una escala del uno al cinco, y describían su cita ideal utilizando los mismos baremos. Devolvían la encuesta, junto con un pago de tres dólares, a las oficinas de Operación pareja en Massachusetts.

La idea surgió de un debate entre alumnos de Harvard, que se habían percatado de que los ordenadores habían posibilitado emparejamientos con más facilidad que la almidonada escena de citas del campus en los años sesenta. No tenías que preocuparte porque las circunstancias te impidieran conocer a la pareja perfecta en una fiesta. Dispondrías de una lista con la que trabajar.

Las respuestas de Brereton y Smith, como otras miles, eran transferidas a tarjetas perforadas e introducidas en un enorme ordenador Avco 1790, según las publicaciones de Harvard. Seis semanas después, el ordenador escupía listas de parejas para todo el mundo. Cuando Brereton recibió la suya por correo, la decena de nombres que figuraban en ella incluían a Smith, un alto futuro abogado de Nueva Jersey. Y la lista de Smith incluía a Brereton, una neoyorquina alta con aspiraciones de convertirse en trabajadora social.

Pero ninguno de los dos llamó al otro. Lo cierto es que Operación pareja nunca tuvo demasiadas posibilidades.

En aquella época, la potencia de los ordenadores era insuficiente. Para que un sistema de creación de parejas funcione, debe analizar instantáneamente los cuestionarios y permitir que los propios estudiantes se sienten frente al ordenador. Por supuesto, necesitaría Internet. Hoy en día, los anuncios personales en la Red se han convertido en un negocio de 400 millones de euros anuales. Ningún otro sector gana tanto dinero en Internet con las cuotas mensuales, ni siquiera la pornografía, según Júpiter Research.

Pero las páginas virtuales tienen sus problemas. Existen miles y miles de listados en las más grandes, como Match.com, y con frecuencia están plagados de exageraciones.

El negocio ya no crece tan rápido, así que, de pronto, la idea original de Operación pareja —la compatibilidad mediante la tecnología— ha vuelto a ponerse de moda.

De hecho, existe cierta sociología legítima en todo esto. Para empezar, las personas con orígenes raciales y religiosos similares realmente tienen más probabilidades de emparejarse entre ellas. Durante los primeros cinco años de matrimonio, las tasas de divorcio en EE UU para una pareja de la misma religión rondan el 24%, independientemente de qué religión se trate. Pero esa tasa aumenta a un 38% en el caso de un matrimonio entre un protestante y un católico tradicionales, y a un 42% en el caso de un judío y un cristiano, según Evelyn L. Lehrer, economista de la Universidad de Illinois, Chicago.

Los índices de divorcio también son algo más elevados en las parejas interraciales y en las que la esposa es como mínimo cuatro años mayor. Así, dos de las páginas, Chemistry.com y eHarmony, emparejan a personas con unos perfiles demográficos similares.

Los administradores de las páginas insisten en que no pretenden reemplazar el misterio de la atracción humana. “Esto sirve para intentar acotar, de modo que pases menos tiempo con personas con las que no hay absolutamente ninguna afinidad”, afirma Pepper Schwartz, sociólogo de Perfect- Match.

Pero el amor parece ser la última frontera en el debate entre el instinto visceral y la prueba concluyente.

Es difícil aceptar que un ordenador quizá sepa algo sobre el amor que nosotros desconocemos. Lo cual nos lleva a Elizabeth Brereton y Robert Smith, dos participantes de la Operación pareja. Pese a que sus listas incluían el nombre del otro, no se llamaron.

En 1969, cuatro años después de la Operación pareja, Smith acudió a una reunión de estudiantes de posgrado en la Universidad de Chicago.

Vio a una mujer que le atraía, y se presentó. Se llamaba Elizabeth Brereton. Cuatro meses después, estaban comprometidos, y llevan casados desde entonces.

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