Meterse en jardines

Meterse en un jardín es una de esas expresiones de mi adultez, de cuando vine a vivir a España, que me encantan. Porque hay peligro pero también algo de aventura. No te metes a la jungla, te metes a un jardín. Casi como ser periodista.

Este año me invitaron a Naukas a hablar del futuro. Pensé “qué guay”, pero cuando me preguntaron “¿cómo ves el futuro de los medios? ¿Podrías hablarnos de eso?” inmediatamente me dí cuenta de que me había metido en un jardín.

Estaba leyendo por esos días a Jane Jacobs y se me ocurrió que las ciudades se enfrentan a problemas similares a los del entorno digital en el que convivimos tantas horas.

Si los parques y los espacios públicos online tienen arquitecturas, ¿por qué no dejar de invertir tanto tiempo en campañas cortoplacistas de clicks? ¿Por qué no diseñamos para descubrir los beneficios que Jacobs descubrió en aceras, jardines y parques?

El código no es algo sólo de ingenieros. El periodismo debe buscar espacios donde las diferencias enriquezcan, donde el medidor no sea un contador de clics impulsivos, sino un fuelle que anime al conocimiento y al debate.

Está en juego el acceso a la información pública y el uso de los datos que generamos. Ambos pueden ser usados para fortalecer nuestras democracias y resolver nuestros grandes problemas, o para todo lo contrario.

Más en la tribuna que yo quería titular como este post, pero que para El País lleva «El futuro de los medios«.

Kowloon

Kowloon

De vez en cuando me encuentro en internet con la terrible ciudad amurallada de Kowloon, aquél fenómeno que desaparecido aún fascina, y al que podemos reconocer en películas, escenarios de misiones de videojuegos y postales ciberpunks.

«La ciudad de la oscuridad», «La ciudad de la anarquía», «La ciudad de la imaginación»: fue el lugar más densamente poblado del mundo y recibió estos apodos por sus características, antes de ser demolido finalmente en 1994. Con 33.000 habitantes (que según el Washington Post Foreign Service llegaron a ser 50.000) viviendo en sus 2,6 hectáreas, la ciudad amurallada de Kowloon era el barrio de una ciudad de Hong Kong con el mismo nombre, que quedó abandonado del control administrativo por los gobiernos británico y chino. Su brutal densidad de población era de 1.255.000 habitantes por kilómetro cuadrado.

Dentro de sus muros invisibles (que fueron derribados pero continuaron existiendo políticamente) y cuando no hubo más espacio en horizontal, los ciudadanos chinos que quedaron allí apilaron viviendas minúsculas en cualquier sitio donde encontraran hueco, creando edificios de hasta 14 pisos. No podían hacer más porque los aviones que aterrizaban en el aeropuerto de Hong Kong pasaban casi rozando las azoteas. La luz del sol no llegaba a sus calles cubiertas por una maraña de cables y tuberías, que tenían que ser recorridas con paraguas ya que siempre estaba goteando en ellas. Como muchas ciudades asiáticas que crecen en vertical, podía ser recorrida a través de pasajes y azoteas sin prácticamente bajar al nivel del suelo. Los vecinos vivían en aquél mundo aislado sin leyes ni gobierno, pero pacíficamente y en comunidad. Había numerosas organizaciones benéficas y acciones vecinales.

En la ciudad amurallada de Kowloon ejercían su actividad muchos oficios y profesiones que no habían sido autorizadas por el gobierno de Hong Kong: destacaban dentistas sin título, carniceros o vendedores de comida que no pasaba ningún control sanitario, burdeles y vendedores de drogas. Al no haber autoridad proliferaron las mafias. Durante más de 20 años, la policía no se aventuraba a entrar, y se recomendaba a los turistas que no se acercaran al lugar a riesgo de no salir de allí.

Greg Girard, un fotógrafo canadiense y Ian Lamboth, su colaborador, pasaron 5 años tomando fotos en aquella ciudad, y su trabajo puede verse en el Daily Mail. Fueron entrevistados por el Wall Street Journal para un documental corto que puede verse online:

En el museo Paul Getty, en Los Ángeles, hay una foto enmudecedora que tomó Ryuji Miyamoto. Es la que ilustra este post. Igual de impresionante es el mapa de corte transversal que hizo un equipo japonés antes de su demolición. Adolfo Arranz, un infografista español, hizo hace poco una ilustración para el South China Morning Post. Encontré también un podcast (en inglés) de 99% Invisible sobre esta ciudad. Como si mirando y remirando sus fotos y mapas y escuchando a quienes estuvieron allí podamos creernos que Kowloon fue posible y que los escenarios distópicos no son tan lejanos.