La Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) viene siendo fuertemente cuestionada, no sólo a raíz de la última intervención judicial por la denuncia de desvío de fondos, sino desde hace bastante tiempo.
Por un lado, la fuerte presión para conseguir un canon digital que al final ha sido declarado ilegal por la Unión Europea y la Justicia española, y por otro, la forma de funcionamiento de la entidad revela un esquema distributivo por lo menos poco democrático como entidad gestora de los derechos de autor en España.
Juan Pablo Mendiola es actor, autor y director de teatro, y cree que la SGAE es necesaria. Dice que la suya con la SGAE es «como la de muchos autores dramáticos, una relación forzada. Como un matrimonio de conveniencia», y se pregunta cómo se puede ser autor sin morir en el intento (de remuneración). Para conocer de cerca su punto de vista y que nos cuente su experiencia con la SGAE le hicimos algunas preguntas.
MG – ¿Cómo vendes tu trabajo como autor de textos teatrales?
JPM – Cuando uno es autor de textos teatrales y no de novelas, ensayos, etc., el máximo objetivo de uno no es que le publiquen el texto y se venda y de esas copias sacar un porcentaje, peleando con el editor. Con un texto teatral en la mano, el mejor de los logros es que una compañía teatral lo ponga en escena. Siendo difícil de por sí que esto suceda, una vez pasa se pueden dar dos opciones:
La primera es que el propio texto esté encargado por la compañía y ésta pague al autor una cantidad a convenir por el mismo. Ese contrato implica que el autor se compromete a entregar el texto en un plazo determinado y que la compañía tiene derecho a explotar el texto en exclusiva durante un tiempo a convenir. El autor siempre será propietario de los derechos.
La segunda opción es que la compañía se vea interesada en el texto, se ponga en contacto con el autor (casi siempre por medio de la entidad de gestión de derechos de cada país), y éste de su autorización a la compañía estableciendo unas condiciones de retribución de derechos.
En ambos casos los derechos de autor son siempre propiedad de éste último.
MG – ¿Cómo funciona el cobro de los derechos? ¿Quién los paga?
JPM – Cada vez que se representa una obra que yo he escrito, una sala teatral obtiene unos beneficios. Dado que un autor teatral no tiene un sueldo y en la mayoría de ocasiones no «vende» su obra, su única fuente remuneración real es la recaudación de los derechos generados. Es decir si usted gana dinero con aquello que en la soledad de mi estudio, con el frío invernal y un paquete de cereales como compañero, escribí… yo tendré derecho a una parte. Cuánto más exitosa sea la obra mayores ingresos tendremos usted y yo. Todos ganamos con la creación de ese texto. En la mayoría de los casos las salas teatrales dependen de gobiernos, ya sean municipales, autonómicos o nacionales.
MG – ¿Es necesaria la SGAE para recaudar tus derechos? ¿Qué porcentaje se llevan? ¿No sería mejor que los recaudaras tú mismo?
JPM – Si no eres socio de SGAE e intentas recaudar tus derechos de autor, ten por seguro que, o tienes mucha paciencia y poca urgencia por cobrar, o te tienes que gastar dinero en algún abogado/gestor que acelere el proceso. Cómo la profesión de uno es escribir y crear contenidos culturales, todo el tiempo que uno dedique a cobrar los derechos, lo está dejando de emplear en la creación. Eso es inviable. La obra de uno es representada por toda la geografía española y por ejemplo en mi caso con una obra, está siendo representada en Noruega, Francia, Italia… Lo cual complica la recaudación pues hay que ponerse en contacto con la entidad gestora de cada país para que recaude en nombre de uno…
La SGAE facilita todo esto, lo agiliza y lo acelera. Mensualmente hace una liquidación por cuenta de los derechos que han recaudado en ese periodo. ¿Cuesta dinero? Sí. Un 15% de los ingresos.
Pero de otro modo nadie asegura la recaudación ni el coste de la misma en trámites, llamadas, abogados…
MG – ¿Qué beneficios tiene ser socio de la SGAE, más allá del cobro de los derechos?
JPM – Ser socio de SGAE te asegura el cobro de los derechos y además te da algunos servicios interesantes. Un seguro privado (no olvidemos que los autores no son asalariados, ni empresarios), acceso a formación a unos precios bastante asequibles a través de cursos de reciclaje con profesionales en las distintas sedes repartidas por la geografía española, la posibilidad de percibir adelantos a cuenta de los derechos a ingresar (un salvavidas, pues muchos ayuntamientos y salas tardan una eternidad en pagar derechos), acceso a programas de difusión de tus obras…
A nivel personal la SGAE, me ha permitido obtener remuneración por una de las distintas profesiones que acometo dentro de la creación de espectáculos teatrales. Antes de ser socio, ni siquiera sabía que era un derecho que me pertenecía. Tras hacerme socio incluso percibí ingresos por representaciones de obras que se habían realizado años antes de formar parte de SGAE, sin reclamarlos, tras registrar las obras ellos me liquidaron aquello que seguramente habían cobrado sin yo ser socio. Si no lo hubieran cobrado en aquel entonces, yo aún hoy no habría cobrado por aquellas actuaciones de hace años.
Supongo que a la opinión pública solo le interesa el gran titular. Bisbal, Bautista, Ramoncín… Fijaos que dentro de la catalogación de derechos dentro de SGAE, las obras grabadas se consideran Obras de Pequeño Derecho (que son las que más ingresos le reportan a la entidad), y las obras coreográficas, teatrales o musicales se consideran Obras de Gran Derecho. Esta diferenciación es para mí muy significativa. En las obras de Gran Derecho entran los autores directos de la obra, mientras que en las de pequeño derecho se reparten con los Editores.
Ésta para mí es la clave del deterioro de la imagen de la SGAE, la incorporación de los editores como propietarios de derechos de las obras, tanto fonográficas como impresas. Éstos son los auténticos tiburones y los que han propiciado abusos como el canon.
MG – ¿Qué opinas del caso SGAE?
JPM – Si algo me entristece es saber que la entidad que gestiona mis derechos, realiza abusos con los que no estoy nada de acuerdo. Pero me entristece más, sentir que no es posible gestionarlos de manera autónoma (por lento y caro) o que es muy complicado crear una entidad al margen.
Si las salas se niegan a pagar los derechos a la SGAE, ¿qué hacemos los autores de a pie? Los que no tenemos que ver con canon, con peluquerías ni obras benéficas. Los que desde pequeños solo soñamos con hacer teatro y un día decidimos que esa era nuestra profesión.
Al final, como siempre, pagarán los que no dejamos de trabajar cada día. Queremos una SGAE limpia y respetable. No una SGAE temida y odiada. Una SGAE que pida lo justo y que con la pedagogía necesaria por su parte y la del Ministerio de Cultura, informe y eduque al ciudadano de los derechos que tiene un hijo suyo si algún día decide que su profesión es la de crear contenidos culturales.
Las palabras de Juan Pablo coinciden en aspirar a más representatividad y democracia, como lo que pidieron un grupo de socios de la SGAE cuyas caras más visibles son Achero Mañas o Pedro Almodóvar. Yo creo que la pregunta es si una «refundación» de la SGAE bastará o si es el momento de plantearnos la creación de una entidad pública de derechos de autor, junto a la ya imprescindible reforma de la ley de Propiedad Intelectual.
Este artículo fue publicado por mi originalmente en ALT1040.