Quienes estudiamos y hacemos uso de la comunicación en internet desde hace mucho tiempo tenemos incorporado un código inconsciente, una cultura de la libertad que no cuadra con el estilo formal y rebuscado de otros lenguajes, como las notas de prensa, los escritos impersonales o el tono de los relacionistas públicos.
Internet da un poder comunicativo a cada individuo en una dimensión nunca antes conocida, porque permite a todos conectarse de igual a igual, y en este espacio la comunicación no puede ser de otra forma que personal, directa, conversacional. Hay una antena que todos tenemos naturalmente para darnos cuenta si alguien nos está hablando de forma directa, de tú a tú. Parece simple, pero ha costado más de 10 años que esto sea entendido por muchas empresas y ejecutivos, relacionistas públicos y marcas, y aún así muchos parecen no terminar de encontrar la forma.
Nacida libre y abierta, Internet ha sido hasta ahora (y esperemos que lo siga siendo) un espacio lleno de la voz humana. Parte del entusiasmo con el que se participa en ella tiene relación con esto: con la gratificación que produce expresarse y escuchar a las personas auténticas que están del otro lado. Cada vez más gente participa de las redes, y las conversaciones adquieren una escala global.
El cambio que trae Internet a la comunicación y a la cultura es espectacular y ha hecho que hablemos muchas veces de revolución. La actitud reinante en la Red combina amplias dosis de humor, de inteligencia e ironía. Algo muy alejado de la superficialidad y vacuidad de las comunicaciones corporativas o de la pretendida objetividad periodística. Cuanto menos tardemos en comprender que la comunicación en Internet se halla impregnada de esa voz humana que habíamos perdido con años de marketing y gabinetes de prensa, más pronto empezaremos a disfrutar de la fiesta.
Este es un texto con el que colaboro en la página 155 del libro «80 claves sobre el futuro del periodismo«, de José Luis Orihuela.