Everything bad is good for you

Contra todo lo que puedan decirnos sobre las malas influencias de los juegos de ordenador, la televisión e internet sobre la inteligencia de las nuevas generaciones, un brillante libro de Steven Johnson nos explica por qué la cultura popular nos está haciendo más listos.

We’ve worked under the assumption that mass culture follows a steadily declining path toward lowest-common-denominator standards, presumably because the ‘masses’ want dumb, simple pleasures and big media companies want to give the masses what they want. But in fact, the exact opposite is happening: the culture is getting more intellectually demanding, not less.

El enfoque del análisis es más sistémico que simbólico, él quiere diagramar las fuerzas, no decodificarlas. Su hipótesis se basa en asumir que el paisaje de la cultura popular incluye el choque de distintas fuerzas: los apetitos neurológicos del cerebro, la economía de la industria cultural, y plataformas tecnológicas en constante cambio.

Había oído (oído en internet quiere decir «leído cosas que hablaban de») sobre Everything Bad is Good For You hacía tiempo y no terminaba de convencerme su teoría, pero lo que plantea es coherente y fundamentado, e incluso ha explicado muchas de mis observaciones en cuanto a mi experiencia como consumidora de cultura popular. Microsiervos ha publicado hace tiempo una buena reseña, por lo que sólo me limitaré a transcribir los puntos que me resultaron más interesantes sobre los tres ejes de estudio del libro: videojuegos, televisión e internet.

Juegos

  • No siempre estás divirtiéndote: muchas veces estás frustrado, confuso, desorientado. Cuando dejas de jugar puedes seguir pensando en cómo resolver esa situación que te había planteado el juego.
  • El juego te obliga a cumplir una serie de tareas que *tienes* que hacer para llegar a cierto objetivo, aunque no sea algo que *quieres* hacer.
  • El juego te va dando una serie de recompensas a medida que cumples las tareas.
  • Mucho, muchísimo más que los libros o las películas o la música, los juegos te empujan a tomar decisiones. Te fuerzan a decidir, a elegir, a priorizar. A tener en cuenta una serie de factores dada una situación dada y actuar en consecuencia, dentro de unos tiempos, evaluando los resultados.
  • Para conseguir esto, debes probar una y otra vez cómo actuar en el juego. Nadie lee manuales antes de jugar, simplemente aprendes mediante ensayo y error.
  • No podrías hacer avances en el juego si no tuvieses que aprender las reglas del entorno. Que comer una flor vale puntos, que necesitas un arma especial para el enemigo de la segunda pantalla.

En conclusión, Johnson indica que no podemos evaluar a la cultura de los videojuegos por los *contenidos*, porque eso no tiene sentido. Hay una historia en el juego, pero allí no yace su talento.

Televisión y cine

  • La tv es ciertamente más pasiva que los videojuegos, pero aún así hay grados de pasividad. Algunas narrativas te fuerzan a pensar para elaborar el sentido, mientras que otras te lo dan todo digerido.
  • Parte de esa elaboración está dada por los multiple threads (múltiples líneas o hilos narrativos) mientras que otra parte está dada por la tarea que tiene que hacer el espectador de rellenar información: algunos datos son deliberadamente ocultados. Esto configura un nivel de mayor demanda hacia la actividad intelectual, porque no sólo te piden que recuerdes, también tienes que analizar.
  • Justamente la tendencia en televisión consiste en que aquellos shows que han sido más exigentes con su audiencia son también los más lucrativos en la historia de la televisión. Lo mismo con relación al cine.

Internet

El surgimiento de internet ha desafiado nuestras mentes en tres maneras fundamentales y relacionadas: por la característica de ser participatoria, haciéndonos aprender nuevas interfaces y creando nuevos canales de interacción social.

Television and automobile society locked people up in there living rooms, away from the clash and vitality of public space, but the Net has reversed that long-term trend. After a half-century of technological isolation, we’re finally learning new ways to connect.

¿Somos más libres o estamos más controlados?

El tema de Chrome y el rechazo que empieza a causar la cantidad de información y que seguimos cediendo alegremente a Google y la dependencia que nos genera me hizo acordar de este video, Epic.

(Aquí con subtítulos en español)

Lo hicieron dos estudiantes del Poynter Institute, Robin Sloan y Matt Tompson, allá por el 2004 y sorprendió por su capacidad de predecir el curso de la información en internet.

El paradigma de la información está cambiando. En la sobreabundancia de datos necesitamos sistemas de filtrado y no es otra cosa lo que están proponiendo, cada uno a su manera, los nuevos esquemas de distribución de contenidos, los new media, las aplicaciones sociales en la red, los nuevos navegadores. En cierta manera, es una revolución porque está tirando abajo el mundo que ya conocíamos y lo está haciendo sin pedir permiso a nadie.

Nos guste o no, somos parte de eso porque nos beneficia en lo práctico. El precio de que Gmail lea nuestros correos está pagado con la gratuidad de un correo online de más de 7Gb (and counting). Nos sentimos observados y expuestos hasta en nuestros gustos musicales, pero ¿cómo conocerías música nueva por ejemplo si no hubiese una red de conocidos en tu last.fm que te dan pistas?

Nos entusiasmamos con los nuevos paradigmas pero me pregunto hasta qué punto estamos dispuestos a cambiar la forma en que damos y consumimos la información si eso significa ceder libertades y estar mucho más controlados paradójicamente. ¿Pasa todo por un tema de practicidad? ¿Deberíamos ser más conservadores o cautos en la red? ¿Ser así significaría una resistencia inútil a las tendencias de las tecnologías de la información?

Cantidades

– Todo lo que el tipista más rápido pueda escribir en un año cabe en 100MB.

– Todas tus llamadas de celular de un año caben en 5GB.

– Toda tu actividad de Internet en un año implica entre 4 y 7 GB.

– ¿El vigilante universal?: 200GB/año de audio y 700GB/año de video.

(De una charla de Enrique Chaparro en las JRSL, lo ví en Maccur)

Cómo se hace bailar a todo el mundo

Matt, o el tipo que hace cuatro años vive viajando y bailando por todo el mundo, explica en una charla que dio en el Gnomedex cómo hizo que miles de personas de todo el mundo bailasen con él.

Al principio cada vez que hacía un viaje, se filmaba frente a cada lugar famoso o histórico bailando, pero luego comenzó a parecerle aburrido. Hasta que fue a Ruanda, y allí había muchos niños bailando con él y le pareció una idea mucho más buena: no él bailando enfrente de edificios, sino él bailando con gente.

Escribió a sus productores, comenzó a recibir emails de personas que le preguntaban por qué no había ido a su país, y se dedicó a organizar todo con la ayuda de su novia. En este vídeo lo cuenta todo. Imperdible el final con todo el público bailando.

via

Redes sociales y secuestros en México

Mediante una marcha multitudinaria, la sociedad mexicana acaba de mostrar a su gobierno su cansancio ante los secuestros y la violencia en ese país. La gota que ha rebalsado el vaso es el secuestro y asesinato del hijo de un empresario que a raíz de eso ha creado una asociación para terminar con la impunidad.

Al hacerse público que el chico secuestrado tenía perfiles públicos en Facebook y Hi5, ciertos periodistas prefirieron meterse con las redes sociales y los bloggers antes que investigar y e informar verdaderamente de las causas de un problema social que sufre, no sólo México, sino muchos países de América Latina.

En Europa resulta bastante difícil hacerse una idea del grado de violencia del que estamos hablando, así como entender la corrupción policial y política, enraizada en muchos aspectos en una sociedad. Que la policía esté corrupta, que no se pueda denunciar porque el mismo sistema burocrático beneficia a los delincuentes y no a las víctimas, que todo haya llegado a un grado en el que los ciudadanos se vean tan desprotegidos que la mejor opción parecen iniciativas individuales constituye una situación muy compleja. Allí está la necesidad de periodistas que informen, que interpreten y que separen redes sociales de responsabilidad del gobierno.

Porque como bien apuntó Andrés, es el gobierno el responsable de la seguridad de la población, pero también hay una responsabilidad en los periodistas de informar, de hablar de redes sociales, de contar cómo funcionan y de quitar el miedo a todos esos usuarios que borran sus datos en facebook. Actitud que he visto en varios blogs y que ha estado lejos del alarmismo y la desinformación de otros medios.

Foto: photographer padawan