Meterse en jardines

Meterse en un jardín es una de esas expresiones de mi adultez, de cuando vine a vivir a España, que me encantan. Porque hay peligro pero también algo de aventura. No te metes a la jungla, te metes a un jardín. Casi como ser periodista.

Este año me invitaron a Naukas a hablar del futuro. Pensé “qué guay”, pero cuando me preguntaron “¿cómo ves el futuro de los medios? ¿Podrías hablarnos de eso?” inmediatamente me dí cuenta de que me había metido en un jardín.

Estaba leyendo por esos días a Jane Jacobs y se me ocurrió que las ciudades se enfrentan a problemas similares a los del entorno digital en el que convivimos tantas horas.

Si los parques y los espacios públicos online tienen arquitecturas, ¿por qué no dejar de invertir tanto tiempo en campañas cortoplacistas de clicks? ¿Por qué no diseñamos para descubrir los beneficios que Jacobs descubrió en aceras, jardines y parques?

El código no es algo sólo de ingenieros. El periodismo debe buscar espacios donde las diferencias enriquezcan, donde el medidor no sea un contador de clics impulsivos, sino un fuelle que anime al conocimiento y al debate.

Está en juego el acceso a la información pública y el uso de los datos que generamos. Ambos pueden ser usados para fortalecer nuestras democracias y resolver nuestros grandes problemas, o para todo lo contrario.

Más en la tribuna que yo quería titular como este post, pero que para El País lleva «El futuro de los medios«.

Twitterrevolución

Si hubieran escuchado lo accidentada que fue la entrevista que le dí a Delia Rodríguez vía telefónica, corriendo literalmente por las calles de Burgos, mientras casi perdía mi viaje de vuelta a Madrid desde el Congreso iRedes, se sorprenderían igual que yo de su gran talento para escribir un reportaje como el que publica hoy El País.

El País Semanal

Twitterrevolución cuenta lo que está pasando con Twitter, que con 200 millones de usuarios se ha convertido en una poderosa red de información en todo el mundo. España se sitúa como el país europeo con mayor crecimiento actual, con un 151% en un año.

«Al principio no éramos conscientes de que nuestra charla era tan pública, era casi un chat entre freaks», cuenta Marilín Gonzalo , directora de contenidos de la red de blogs Hipertextual y usuaria pionera. De esa época queda el aire desenfadado de la red y su logotipo: un pájaro azul que adquirieron en un banco de imágenes barato. De hecho, tweet significa trino en inglés. Hoy, la empresa se toma muy en serio a sí misma: su objetivo es llegar a los 1.000 millones de usuarios, una meta compartida con Facebook, y algunos analistas financieros calculan que vale 10.000 millones de dólares.

Su secreto es volverse imprescindible para sus usuarios. Lo primero que hace Marilín por las mañanas es encender el ordenador y mirar Twitter, que se queda en segundo plano durante toda la jornada. Si sale a la calle, lo usa en el móvil, y antes de dormir, también. Desde que abrió su cuenta hace cuatro años, nunca ha estado más de tres días sin él. Célebre en la red, pero desconocida fuera de ella, esta periodista argentina es una de las mujeres más seguidas de España. Cada comentario suyo sobre un asunto de actualidad provoca docenas de respuestas, aunque ha aprendido que no tiene por qué contestarlas todas. A diferencia del correo electrónico, la etiqueta tuitera no requiere una respuesta inmediata… ni siquiera una respuesta. Tiene más de 105.000 followers. «A partir de cierto número de seguidores eres mucho más cuidadosa con lo que dices», afirma. Suena lógico: es más popular que la mayoría de los medios de comunicación españoles.

Les recomiendo que lo lean entero en El País. Y si compran hoy el periódico en papel, viene con taza de Star Wars de regalo.