Hace unos días estuve en Villaverde, en La Nave -este lugar tan diáfano de la foto- para ver cómo era un evento de data science con visión de género. El Call of Data consiste en charlas de expertas y un datatón, y está organizado por las R-Ladies.
Después de leer su código de conducta (échenle un vistazo) una se podría preguntar qué tiene que pasar en estos entornos para que estas medidas sean necesarias. Pero esa pregunta no llega, porque todas sabemos lo que pasa. No hace falta decirlo, y ellas ya conocen el ecosistema: hay tan pocas mujeres en carreras de informática que las que llegan se enfrentan a ambientes hostiles y terminan yéndose. Lo que sí saben es que aprenden mejor en entornos donde se fuerza al menos una paridad, y por eso cada vez hay más comunidades tech que promueven a mujeres para que aprendan programación, para que se animen a subir a un escenario a contar lo que saben, para que no tengan temor a ponerse un vestido si van a un evento tecnológico.
Hablé con ellas, con desarrolladoras de otras comunidades tech, con profesoras de universidad de estas carreras, con programadoras que llevan 20 años trabajando para diferentes empresas, con estudiantes de informática que organizan un evento tecnológico universitario multitudinario, con emprendedoras que trabajan con otras desarrolladoras para formar su propia startup, y todos tienen mucho para contar sobre esas cifras tan bajas de mujeres en carreras STEM. Esas cifras, los estudios que buscan explicarlas y los testimonios están en este reportaje que me ha publicado esta semana El PAÍS: Mujeres programadoras contra los estereotipos: adivina quién va ganando.