¿Qué será lo siguiente este año en periodismo y qué quisiera yo que fuera? Esta pregunta nos hizo Mar Manrique a varios periodistas en la industria de los medios para el primer número de Fleet Street su newsletter.
Yo pensé en lo que me gustaría primero: que desde los medios la tecnología se cubra como otros temas, pensando en las personas y haciendo las preguntas incómodas y sin tragarnos las narrativas exultantes que vienen de Silicon Valley. Lo que creo que sucederá tanto en formatos como en contenido es que creo que habrá una búsqueda de espacios y temas más centrados en las comunidades de cada medio.
La AI apareció en muchas de las opiniones y deseos. Me gustó el de Delia Rodríguez: «Que los trabajadores del sector se unieran para revisar sus términos laborales de forma colectiva, como los guionistas de Hollywood, y defender sus empleos, sus condiciones de trabajo y su propiedad intelectual». También dijo que es un año en el que periodistas y abogados vamos a pasar mucho tiempo juntos.
Las narrativas falsas también existen en la prensa económica, y alguna, como aquella que explicó Arthur Laffer dibujando en una servilleta en una cena con Dick Cheney, que ilustra este artículo, ha ejercido su influencia durante casi 50 años, y llegó a configurar políticas fiscales de Reagan y Tatcher. Actualmente, la hegemonía del liberalismo no necesita tanto de bulos como de narrativas que ayudan a reforzar argumentos en favor de ciertos grupos de interés.
Capitan Swing ha publicado «Pescar el salmón», un libro de Yago Álvarez Barba en la que analiza las narrativas falsas en la actual prensa salmón (como se le llama a la prensa económica en España por el color con el que antes iban tintadas sus páginas en papel), explicando varias técnicas de manipulación y desinformación tremendamente vigentes. He hablado con el autor y he publicado «Narrativas falsas en la prensa económica: bulos, mentiras y estadísticas».
“Nunca hemos hecho otra cosa que nuestro trabajo, y seguimos haciéndolo», ha dicho la Nobel de la Paz, periodista y responsable del medio de noticias Rappler, al salir del tribunal que la ha absuelto del último delito de evasión fiscal. La noticia significa una victoria para la libertad de prensa en el país, tras 10 años y 4 meses de juicio en un caso presentado bajo el gobierno del expresidente Rodrigo Duterte.
Durante estos años, el equipo de periodistas de Rappler ha investigado las ejecuciones extrajudiciales contra sospechosos de traficar o consumir drogas, y ha documentado la difusión de desinformación gubernamental en Facebook, informando sobre la corrupción y las malas prácticas de los principales asesores del gobierno de Duterte. La historia de una premio Nobel de la Paz que dirige Rappler, un medio que hace fact-checking, es la de una persecución judicial (en Newtral he contado en qué se basan y por qué piden el cierre de Rappler) que intenta cerrar un medio crítico con el gobierno con una serie de demandas, que poco a poco la Justicia filipina va desestimando.
Ressa es una persona que ha sostenido siempre la esperanza en el trabajo periodístico bien hecho. Cada vez que tenemos noticias de una victoria suya o de su equipo, da gusto buscar la foto de su sonrisa para la pieza. Esta ha sido la de esta semana.
Esta semana he estado conversando con María Ramírez, Pablo Simón y Daniel Gascón en «Polarización contra la democracia«, la última de las conversaciones del ciclo Atrévete a pensar, organizado por Penguin Random House y Fundación Telefónica. Una charla a cuatro voces, en la que cabía el Twitter de Musk, mi preocupación por la pérdida de los espacios públicos para debatir, las burbujas de ayer y de hoy y la recomendación de cuidar con quién nos juntamos en los grupos de WhatsApp. Las fotos son de Ricardo Domingo.
Meterse en un jardín es una de esas expresiones de mi adultez, de cuando vine a vivir a España, que me encantan. Porque hay peligro pero también algo de aventura. No te metes a la jungla, te metes a un jardín. Casi como ser periodista.
Este año me invitaron a Naukas a hablar del futuro. Pensé “qué guay”, pero cuando me preguntaron “¿cómo ves el futuro de los medios? ¿Podrías hablarnos de eso?” inmediatamente me dí cuenta de que me había metido en un jardín.
Estaba leyendo por esos días a Jane Jacobs y se me ocurrió que las ciudades se enfrentan a problemas similares a los del entorno digital en el que convivimos tantas horas.
Si los parques y los espacios públicos online tienen arquitecturas, ¿por qué no dejar de invertir tanto tiempo en campañas cortoplacistas de clicks? ¿Por qué no diseñamos para descubrir los beneficios que Jacobs descubrió en aceras, jardines y parques?
El código no es algo sólo de ingenieros. El periodismo debe buscar espacios donde las diferencias enriquezcan, donde el medidor no sea un contador de clics impulsivos, sino un fuelle que anime al conocimiento y al debate.
Está en juego el acceso a la información pública y el uso de los datos que generamos. Ambos pueden ser usados para fortalecer nuestras democracias y resolver nuestros grandes problemas, o para todo lo contrario.
Más en la tribuna que yo quería titular como este post, pero que para El País lleva «El futuro de los medios«.
En los medios nos hemos olvidado del objetivo de buscar la verdad. A veces escribimos para nuestros jefes, a veces para nuestra burbuja de seguidores de Twitter, a veces incluso escribimos para los lectores del medio en que escribimos. Pero no muchas veces nos atrevemos a dudar de nuestros sesgos.
Tengo la suerte de conocer a varios periodistas que llevan el oficio dentro. Los leo porque sé que los likes les dan igual, que ellos publicarán lo que sea necesario. Pero no es la mayoría. La verdad ya no es un objetivo para la mayoría. Contar los hechos es algo que hacemos, algunos por convencimiento íntimo, otros por costumbre, otros incluso por objetivo comercial: “hay que ser creíbles para construir una marca”.
Internet, el medio digital, nos enamoró desde el principio porque vimos allí en su anarquía, un espacio de libertad y de debate. Nos echamos a sus brazos y nos dejamos llevar por la impulsividad de las redes, por el avasallamiento de los likes, porque creímos que la verdad triunfaría sola, que todo era más transparente y que podríamos hacer un periodismo nuevo partiendo desde cero.
Pero ese espacio de libertad y debate tiene que ser protegido. Allí todo va muy rápido, y como hemos aprendido, también la mentira, también la manipulación, también el ansia de conseguir un par más de clicks y luego rectificaré.
Y los periodistas trabajamos con las prisas. Es más fácil coger una declaración, tira por ahí, hago una llamadita, y monto la URL. Pero hoy en nuestra sociedad hay temas que exigen que nos leamos un par de libros, que hablemos con expertos, que nos enfrentemos a nuestros sesgos y debatamos antes de publicar.
Todos estos matices y puntos de vista necesitan ser negociados, debatidos y defendidos dentro de una redacción. Si no tenemos redacciones donde todos seamos escuchados, si creemos que una redacción es sólo una empresa donde uno va, hace lo suyo y no se moja ni se implica, nos perdemos la ocasión del debate, la ocasión de cambiar lo que estaba mal.
Y cuando digo escuchar a todos, también me refiero a dejar trabajar a todos, a dar más poder de decisión a los periodistas.
¿Cuántas mujeres hay en las redacciones? ¿Y cuántas mujeres están tomando decisiones a alto nivel en esas redacciones?
Quizás la verdadera innovación no es sacar unos gráficos con una nueva herramienta. Quizás la innovación verdadera sea empezar a poner a más mujeres en puestos de mando, cambiar la forma de trabajar, abrir los despachos, escuchar más a nuestros lectores.
Como directivos tenemos que delegar más, confiar más en nuestros periodistas. Como periodistas tenemos que hacernos responsables de contar la verdad. Como primer objetivo. No podemos ser cómodos. No es un oficio para cómodos.
Estos son algunos apuntes que preparé para la charla que tuvimos en la I Jornada de Periodismo Responsable, Innovación y Libertad de la Información, organizada por la PDLI, ayer en Madrid, donde firmamos con otros medios el Decálogo para un periodismo responsable. La charla completa puede verse en este vídeo:
Por eso, recuerden cómo era, y pregúntense: ¿era esto lo que yo quería hacer? Si se responden que no, que no están dispuestos, que no les viene en gana, que no tienen paciencia, felicidades: el periodismo es un río múltiple que ofrece muchas corrientes para navegar. Pero si se responden que sí, les tengo malas noticias: si resulta que son buenos, si resulta que lo hacen bien, es probable que tengan, antes o después, uno, alguno, o todos estos síntomas: sentirán pánico de estar faltando a la verdad, de no ser justos, de ser prejuiciosos, de no haber investigado suficiente; tendrán pudor de autoplagiarse y terror de estar plagiando a otro. Odiarán reportear y otras veces odiarán escribir y otras veces odiarán las dos cosas. Sentirán una curiosidad malsana por individuos con los que, en circunstancias normales, no se sentarían a tomar un vaso de agua. A la hora de escribir descubrirán que el cuerpo duele, que los días de encierro se acumulan, que los verbos se retoban, que las frases pierden su ritmo, que el tono se escabulle. Y, al terminar de escribir, se sentirán vacíos, exhaustos, inútiles, torpes, pero se sentirán aliviados. Y entonces, en pos de ese alivio, se dirán: nunca más. Y en los días siguientes, en pos de ese alivio, se repetirán, muy convencidos: nunca más. Y hasta les parecerá un buen propósito.
Pero una noche, en un bar, escucharán una historia extraordinaria.
Y después una mañana, en el desayuno, leerán en el periódico una historia extraordinaria.
Y otro día, en la televisión, verán un documental sobre una historia extraordinaria.