El día que cambió el mundo


Se ha convertido en un clásico de estas fechas: dónde y qué estabas haciendo el 9/11. Será el recuerdo común de nuestra generación, usando esa frase que tanto gusta a los documentalistas: el día que cambió el mundo.

A seis años, la versión oficial no termina de convencer a muchos. La invasión de Afganistán por parte de Estados Unidos, la guerra contra Irak y los torpes intentos por justificarla con mentiras y en suma, la controversial política exterior de este país poco han hecho por ganar la confianza de la opinión pública mundial. Sobretodo, ha alimentado un creciente islamismo fanático global que encuentra armas temibles en anónimos suicidas que no tienen nada que perder, y ésa es parte de otra tragedia.

Este año, empiezan a sonar voces que sugieren una retirada (aunque sería como cambiar algo para que nada cambie) de las tropas norteamericanas en Irak, pero el panorama sigue siendo tan desolador como siempre. Osama sigue demostrando que existe, y si no existiera, ya nos imaginamos que a EE.UU. no le costaría encontrar otros enemigos. Muchas muertes siguen sumándose a esas casi 3000 que se cayeron con las torres, muchas muertes igualmente injustas, terribles, dolorosas.

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Yo ya vivía en Madrid, y el 9 de septiembre de 2001 era mi día libre en el trabajo. Mi tía tenía que pintar su casa, y me ofrecí a ayudarla. Ella, mi prima y yo nos metimos a pintar el piso desde la mañana con la música a todo volumen, y casi ni escuchamos el teléfono que sonaba a mediodía. Era mi hermano, que en esa época vivía conmigo. Pidió por mí. Estaba asustado.

-Marilín, ¿estás viendo tele?.
-No, estamos pintando el living.
-Poné la tele. Pongan la tele.
-Ahora no podemos… están todos los muebles cubiertos… ¿Qué pasa?
-Chocó una avioneta o un avión contra las Torres Gemelas, y después otro avión.
-No pueden ser las Torres Gemelas, ¡dos aviones contra las Torres Gemelas! Escuchaste mal, es mucha casualidad.
-De verdad! Miralo! Lo están pasando a cada rato.
-No.. ahora estamos con música, lo veo después, seguro que lo pasan en el telediario de la noche… Tampoco es para tanto, ¿no?

Y sí, era para tanto. El mundo había cambiado. Por la noche cenando, lo ví y no lo podía creer, repitieron las imágenes una y otra vez, y al día siguiente y toda la semana.

Otros links:
Zlavoj Zizek: Las falsas promesas de Irak
September 11 Premonitions
Premonitorio cómic de los 80
A bed time story (english)

Rastros


Crédula habló de mudanzas, y de cosas perdidas u olvidadas por los antiguos moradores. Perder, que sería algo así como olvidar desde el subconsciente, según Freud. No creo haber dejado nada en otras casas, aunque recuerdo que en una mudanza se perdió una bolsa llena de muñecas. Yo tendría cuatro años. Pero quizás se perdió en el camión así que no lo cuento.

Crédula me hizo acordar de mis mudanzas: cuando era chica, adoraba mudarme de casa, era como empezar de nuevo en un barrio o en una ciudad llenos de cosas por descubrir, y no entendía a mi madre que resoplaba al hablar de las mudanzas.

No recuerdo hallazgos inesperados. Pero no por eso he dejado de buscar huellas que cuenten historias.

Mi última mudanza fue a un piso amueblado, que tiene vajilla, almohadas y hasta un set de cacerolas. La mayoría de las cosas habían sido compradas por la dueña y estaban nuevas, pero a mí se me ocurre que algunas simplemente debieron haber sido usadas por el inquilino anterior, compradas e instaladas a su gusto. El empapelado con flores chiquitas en toda la habitación, los caracoles de fantasía pegados en el espejo del baño lo delatan. Siempre me he preguntado viviendo en este piso, cómo era la persona que vivía antes aquí. Me invento historias de su vida, reproduzco sus hábitos de acuerdo a los detalles que quedaron.

Era una mujer, joven y guapa. Lo primero está confirmado por las cartas de promociones que siguen llegando al buzón y que ya no devuelvo a la dueña del piso porque dice que no sabe dónde se ha ido. (¿Quizás no se llevaban muy bien? Mmm. Prueba no determinante). Lo segundo porque se suscribía a muchísimos catálogos de moda y porque la propietaria siempre se refiere a ella como a una chica. Lo tercero me lo imagino, sí, es irracional, pero pienso que poniendo tanto esmero en decorar la casa también habría sido así consigo misma.

Tenía mucha ropa (los armarios son gigantes y hay por todas partes) y le gustaba maquillarse: el espejo del baño tiene muchas luces y es inmenso. ¿Tenía novio, amante, marido? ¿Se llevaba bien con los vecinos? ¿Compraba en el mismo supermercado que yo? O más intrigante todavía: ¿sigue viviendo en el barrio y mira hacia arriba, mi balcón, cuando pasa?

Confieso que muchas veces me he sentido tentada de preguntarle a la dueña del piso sobre ella. Pero tengo miedo de que la verdad me desilusione.


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Laura pidió que habláramos de olvidos o abandonos y yo termino hablando de un fantasma. Ojalá comprenda que por carecer de recuerdos no quiero dejar intacta su posta. Lo escribió en forma de meme, y yo no sé muy bien a quién mandárselo. La mayoría de mis «amigos de blogs» escriben sobre tecnología o proyectos para el tercer mundo o en otros idiomas, o hacen fotos o música y no escriben y no me van a hacer ni puñetero caso. Lo dejo para el que quiera retomarlo. Que me deje un comment así lo leo.

Julio Cortázar

¿Qué puede uno decir de Cortázar que no digan ya sus textos?
Ayer salió su nombre otra vez, una amiga holandesa acaba de descubrirlo y está fascinada. Hoy estuve releyéndolo.

Preámbulo A Las Instrucciones Para Dar Cuerda Al Reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Instrucciones Para Dar Cuerda Al Reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. ¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

http://ar.geocities.com/veaylea2002/cortazar/cortazar.htm
http://www.juliocortazar.com.ar/obras.htm
http://www.literaberinto.com/CORTAZAR/cortazar.htm

Ruso (no tan) mínimo


Hoy el maestro de Takeshi vio cómo subía imparablemente el contador de visitas de su blog, Ruso Mínimo, tras haber sido mencionado en El País.
Algunos dejaron unos mensajes, primer feedback masivo para el maestro de Takeshi. Le he recordado la presión de postear más seguido ahora, y me ha dicho que en cuanto termine de renegar con el linux de mi ordenador, postea la siguiente entrega de sus podcast.
Así que ya sabéis a quién culpar.

Davró pozhalovaitz!