01/08/2017
Día 1: Años luz
Resumen del primer día, si no me quedo dormida sobre el teclado. He estado todo el día con la cabeza absorbiendo imágenes, impresiones, preguntas, demasiadas preguntas. Esas mismas ideas han cambiado durante estas primeras 24 horas, y esas mismas preguntas han encontrado respuestas. Algunas.
Todo me pasa rápido en Tokio. A la vez hay una serenidad paradójica, evidente y curiosa. Es una ciudad multitudinaria en la que uno puede encontrarse rápidamente en un lugar donde encuentra paz: el sendero solitario de un parque, una mesa en un hueco de un restaurante en la decimoquinta planta de un rascacielos, una esquina donde uno se queda mirando una bicicleta aparcada.
Llegar a Tokio no es fácil, es de las primeras cosas que pienso. El primer vuelo fue Madrid-Dubai, duró 7.25 horas y al llegar a Dubai la conexión en el aeropuerto tenía un layover de 8 horas. Con lo que una llega al siguiente avión con la espalda dolorida y unas ojeras de boxeador que hacen que 8 horas más tarde el chofer del transfer del hotel nos pregunte cuántas horas llevamos de viaje en un inglés non existente.
Mis frases de oro para este viaje, además de los saludos formales y el arigató-gozaimas, eran: “watashi no namae wa Marilin des” (mi nombre es Marilin), “o-namae wa desu ka?” (¿cuál es su nombre?) y “watashi ha arenzunshin jin des” (soy argentina). La elección de la última fue porque a igualdad de condiciones, es mejor elegir la nacionalidad más lejana y exótica para impresionar, según me dijo mi hermano, y pareció buen consejo, no me dirán que no. Pues bien, no estudié más frases porque pensaba que la gente hablaría inglés. Sabía que pocos lo hablaban. Pero lo que no sabía es que los que “lo hablan” no lo hablan. Se han aprendido las frases de memoria como yo. Entonces empezamos diciendo estas frases, y luego ya seguimos con palabras sueltas en inglés, o en nuestro idioma, y terminamos en un vacío comunicacional para los que los gestos no alcanzan. Lost in translation indeed.
He pensado mucho en esto en Tokio. Qué fuertemente dependientes somos del lenguaje. De lo visual. De los símbolos. Creo que el atractivo de Tokio pasa mucho por ahí, por sentirse perdido de verdad, por desconectar, por saber relajarse cuando no hay nada de lo que agarrarse. En mi caso ha sido así. En algún momento incluso me he arrepentido de haber contratado el pocket wifi (el router wifi móvil), he desactivado todas las notificaciones y he pasado bastante de mirar el móvil. La sensación de perderse en las calles de Tokio es perderse de verdad, y hay algo muy liberador en eso.
Le pedí al chófer sentarme adelante y el letargo del vuelo desapareció en un click. Desde que puse un pie en Tokio mi estado es de alerta permanente, no quiero perderme nada. Luego pienso en lo que me dijo Ernest, que ha estado aquí: piensa desde el principio que da igual cuántos días vayas a Tokio, no vas a verlo -no ya todo- sino un pequeño porcentaje de lo que quieras ver, lo mejor es dejarse llevar por las calles y disfrutar. Y nunca vuelvas al mismo sitio, hay demasiado en Tokio para tener que repetir. Cada vez que hacía una foto el chófer me miraba. Yo había hecho una foto a una esquina, donde había unas autovías a tres niveles, unas máquinas expendedoras en plena calle, unas bicis sueltas sin atar. ¿No hay de esto en Argentina?, pregunta el chófer con gestos. Y yo no me he aprendido la frase: “Es que vivo en Madrid, y no, tampoco es nada parecido a esto” en japonés.
En cuanto llegué al hotel noté lo que siempre me pasa cuando estoy muy cansada. No puedo formular una pregunta simple, ya no en inglés sino en cualquier idioma. Por lo tanto hice la mínima cantidad de preguntas idiotas al de la recepción y me dí una ducha y me acosté. Puse el despertador a las 9 intentando dormir al menos 6 horas, porque ya eran las 3. Pero a las 5.47 me despertó la luz (¿a qué hora amanece en esta ciudad?). Abrí la ventana y me quedé con la boca abierta al ver el parque Shinjuku Suo Park, que está enfrente a mi habitación y detrás, como un oportuno ejemplo del escenario de Godzilla, el impresionante edificio del gobierno metropolitano. Abrí la ventana y oí un chirrido ininterrumpido intenso que venía del parque. Cuando bajé lo oí aún más fuerte al pasar al lado, saqué el móvil y lo grabé. Luego durante el día, andando por el parque en Harajuku, me dí cuenta de que son insectos, chicharras o lo que sea, que hacen ese ruido intenso. Por la noche se habían callado.
Voy a dejar un resumen de los sitios donde he ido hoy, porque no llegaré a escribirlo todo, y no quiero estar aquí hasta el amanecer.
– Despertar otra vez a las 10.39 am sin poder pensar.
– En estado dormida: buscar restaurante, no encontrar y decidir salir y ver, ir a la oficina de información turística, vagar por las calles del edificio de Gobierno, perdida hasta encontrar la entrada. Buscar los pases de JR Pass y del metro. Comer un sushi de cinta, pensando todo el rato que no estoy usando bien los palillos y todos me miran por eso. Despertarme un poco y llegar a la estación de Shinjuku.
– Nadie habla una gota de inglés, pero todos son muy amables. Gestos como los indios (la india soy yo, claro).
– Me llama la atención: que la mayoría de las bicicletas que veo aparcadas en la calle no están atadas. Creo que he visto una o dos atadas, el resto sólo con la patita (!)
– Me llama la atención #2: Cómo puede estar todo tan limpio y no he visto a una sola persona limpiando las calles. Tampoco hay papeleras.
– Me llama la atención #3: Hay gente durmiendo en la calle (poca), y tienen todas sus cosas, sus cartones igual de ordenados que todo lo que hay aquí. Todos.
– Me llama la atención #4: Los taxis son todos de diferentes colores. Me hace pensar cuánto nos despierta la curiosidad un viaje, ya que empiezo a preguntarme: ¿el ayuntamiento dará licencias a diferentes empresas? ¿Cuántas serán? ¿Cómo organizan eso? ¿Cómo compiten entre sí?
– La seguridad que hay en las calles es impresionante, simplemente se siente. No he visto casi policía. La gente va con las billeteras al aire, en los bolsillos traseros, deja el móvil en la mesa y el bolso en la silla sin mirarlo casi, incluso en lugares turísticos. Es difícil no acostumbrarse a esto y me doy cuenta que cuando los japoneses van a Europa o a Argentina no son despistados, es que no están acostumbrados a esa barbarie.
– Tanta multitud que no se siente como multitud: me hace pensar que están a años luz. Somos tan diferentes. En todo el día nadie me ha chocado, nadie me ha atropellado (suele suceder en Madrid). Sólo un chico me tocó, porque tenía el brazo extendido y yo lo adelanté, y enseguida me pidió perdón de diez maneras distintas. Años luz.
– Las matrículas de los coches tienen muy pocos números. No lo entiendo.
– Me paso horas mirando las góndolas en los FamilyMart y los 7/eleven: helados, cafés en latas, chocolates, Kitkat de wasabi. No puedo probar todo lo que quisiera. Y el 80% de las cosas es difícil saber qué son. Es como no saber leer, pienso que es como ser niños antes de los 4 años. Compro un yogur porque veo que una chica lo compra y un café.
– Veo unas zapatillas Nike a 4952 yenes de rebajas. Volveré.
– Harajuku: Voy a la oficina de turismo, mientras espero algo me preguntan si quiero rellenar una encuesta, va sobre la prohibición de fumar en algunos sitios en Japón (entre ellos en la calle). Contesto todo diciendo que me parece muy bien y pienso que tendrían que prohibirlo del todo. Me dan a elegir un regalo entre los que hay gafas de colores y souvenirs. Pregunto qué es una cosa que parece un boli y me dicen “air freshener”, me lo llevo. Después de averiguar cómo ir hasta el santuario que hay aquí, me preguntan qué me gustaría ver y no sé muy bien qué contestar. La chica me pregunta si me gustan los animales y me explica que allí hay cafés de animales, pero que como se llenan tanto hay que hacer reservas. Me ofrece hacer una donde quiera y un descuento en la entrada (¿hay que pagar entrada para un café?). No me convence estar pendiente de la hora y le digo que no gracias, que prefiero pasear sin horario. Me recomienda las calles donde pasear: una que es la típica y la principal, y otra, según ella “very nice and more western-like”. Pienso que he venido hasta aquí a ver Japón, y me prometo no pisar esa calle.
– Llueve. Entro a un FamilyMart y compro un paraguas precioso, resistente y además superbarato (1000 yenes, unos 8 euros). Salgo y en 200m veo unos 6 más bonitos y a mitad de precio. Enjoy the moment and don’t look back.
– Templo Meiji. Silencio y paz. Animales. Pájaros. Lluvia. Volver a la ciudad. Volver al metro. Llueve despacito. Veo varias chicas vestidas de geishas en la ciudad, pero es difícil hacerles fotos. Cuando veo dos entrando al templo y haciéndose ellas una foto me lanzo. Una me ve pero ya estoy cruzando el puente, huyendo de allí.
– Shibuya y su central crossing. He estado tomando un café en el Starbucks enfrente una hora sólo para mirar 200 veces a tanta gente cruzando la calle a la vez en tantas direcciones. Es precioso.
– Tienda que vende electrónica: veo un reloj Casio de los que se usaban en los 80 de 8 euros, y el objetivo 50mm 1.4 para Canon a 340 euros. No compro nada.
– Mi búsqueda más frecuente en estas 24hs: time in Tokyo now / time in Madrid now.
– El hotel mola todo. Tiene un aire retro y minimalista a la vez. Tiene hilo musical. Te dan unas sandalias zen para la habitación y una bata abotonada. Te puedes hacer té en tu habitación. Y el inodoro japonés electrónico… capítulo aparte. Años luz.
Son las 2 am. Tengo que cortar aquí y tratar de dormir. Intentar dormir en Tokio, eso es otro capítulo aparte.
2:11am: ¡Acaba de temblar! Todo se movía en la habitación, y se oían crujidos. Con el corazón a mil he salido al pasillo pero ya no temblaba. Y todo el hotel dormía. He llamado a recepción y me han dicho que es usual. Le explico que fueron varios segundos y me dice que sí pero que es “weak”. Que no tengo que hacer nada, que si eso ya me avisan. Bu. Ahora quién se duerme.
Tokio día 2
***
Estoy en Madrid otra vez, 9 días después, y encuentro este diario inconcluso de viaje. Lo de arriba no era un cliffhanger. Así había quedado mi escrito, porque el día 2 Japón me absorbió. O yo decidí que ya escribiría más adelante.
He pensado no publicar nada. Al final gran parte del placer de viajar es la sorpresa. ¿A quién le interesa que le arruinen la experiencia con un texto como este? Luego pensé que podría guardar las recomendaciones todas juntas en un post para que le pueda servir a los que están por ir a Japón, así como me vino bien a mí haber leído ese tipo de posts y recomendaciones (gracias Matallo, Aurelio, Japonismo, Antonio, Jorge, Teresa, Victoriano). Y ahora pienso que quizás lo haga. Pero será otro post.
Notas posteriores:
– Con los días al final también opté por empezar a hacer fotos en las góndolas a las cosas que no podré probar.
– Nunca volví a por aquellas Nike, ni volví a ver esos Casio. En Akihabara entré en una tienda de cámaras usadas y conseguí un objetivo de 50mm como el que había visto, pero usado y a mitad de precio. No he comprado mucho más. La ropa es de las pocas cosas que me parecieron exageradamente caras.
– Volvió a temblar, la noche siguiente (varios segundos también, largo) y la posterior. En Twitter leí que los dos primeros habían sido de 5 y algo puntos, localizados más al norte. En la última noche lo único que pensé fue “que no vuelva temblar que tengo que dormir para levantarme pronto mañana”, y seguí durmiendo. El ser humano es a la vez terriblemente susceptible y adaptable a todo.