Fundación Mítica de Buenos Aires

Bandera

¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.

Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.

Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.

Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.

El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba YRIGOYEN,
algún piano mandaba tangos de Saborido.

Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.

Jorge Luis Borges, 1929

Bicentenario

Plaza de Mayo

Quisiera poder decir que me siento lejos, nombrar los 14 mil kilómetros, el océano inagotable, los barcos y los aviones, tirar de la nostalgia folclórica, pero nada de eso es cierto. Argentina es mucho más que unas distancias y unas fronteras. Este Bicentenario trae la alegría de un cumpleaños, las ganas de festejar de un gran país que, muchas veces golpeado y levantado, hoy sale a las calles a celebrar su fecha. Yo lo vivo casi como si estuviera allí y resulta difícil explicarlo cuando en tu calle actual no hay ninguna banderita colgada.

En el viejo continente 200 años no son nada, menos cuando en Madrid la Gran Vía está cumpliendo 100 años, pero esa es la medida de nuestro país del sur. Todas las historias que nos contaron en la escuela parten desde cuando un grupo de españoles decidieron decirle a un rey preso que gracias por los servicios pero que de ahora en adelante nos gobernábamos solitos. Ahí es cuando empezamos a hablar de Argentina. Y todas las nenas en los actos de la escuela primaria nos hemos disfrazado alguna vez de negra vendedora de pastelitos para que viniera tu compañerito disfrazado de French a colgarte una escarapela en el delantal.

En lo laboral, fecha doblemente cargada de emoción, porque he tenido que morderme la lengua, o mejor dicho anudarme los dedos para no contar nada de Eterna Buenos Aires, el metroblog que estamos lanzando desde Hipertextual. Eterna Buenos Aires nació en dos líneas de un email que prendieron el entusiasmo entre el equipo y unas semanas después estamos aquí, disfrutando de lo nuevo, intercambiando emails e ideas, calladamente esperando el día. Yo coordinando a los editores, escribiendo la línea editorial, fichando nuevos colaboradores.

Es el primer blog que lanza Hipertextual desde que estoy en la empresa, por lo que yo pensaba que tanto entusiasmo era sólo mío, por ser argentina, nostálgica y fervorosa, pero a medida que íbamos hablando he visto que comparto lo mismo con personas que llevan años haciendo esto, y he dado gracias otra vez por hacer lo que amo, con gente increíble, por aprender cada día. Y así el Bicentenario me encuentra muy cerca de todo lo que está pasando en Argentina. Mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver no habrá más penas ni olvido, vestite de gala que aquí estaremos contando tu fiesta para el resto del mundo.